Terminaron mis bonitos noventa en la cuna de Cervantes, mi Alcalá de Henares. Recuerdo aquellos días, aquellas calles, en la ciudad patrimonio de la humanidad, ciudad de las letras y de las artes. Llegando el emocionante siglo veintiuno, recuerdo su entrada prometedora y tranquila, aunque con la década se complicaría.

Mientras tanto marché a tierras desconocidas. La Alcarria y su mundo, ríos, gargantas y valles. Ciudad ejemplar de grandes y verdes parques. Siempre tranquila que duerme tanto de noche como de día.

Y mi querido Sotolargo. Es lo que soy y lo que escribo. El canto de los pájaros y a su vez el mayor silencio escuchado. Magia escondida en un Paraje eterno al borde de la línea, cuna de vida.

Junto a mis padres y mi hermana, frecuentes eran los viajes a través de los campos de la mancha, rumbo a Abenójar en Ciudad Real, Lugar de mi familia y por ahora y hasta aquí, tan corta como intensa, esta es mi vida.